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PANDEMIA

A principio de 2020 fue cuando empezó lo de la pandemia. Al menos fue cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. Al principio seguíamos normal. Seguíamos trabajando. De hecho, yo creo que él se contagió así. En ese tiempo, mi hija la chiquita estaba embarazada. Su bebé nació el 16 de abril del 2020. A mi hija la tuvieron que operar después de dar a luz porque tuvo complicaciones. Yo estaba con el trabajo y la bebé, entonces no le ponía mucha atención a mi esposo.

A principios de junio, mi esposo se empezó a sentir mal, pero nunca me lo dijo. Me acuerdo que llegaba de trabajar y me ponía a hacer la cena. Él me decía que no quería, que la comida no le sabía a nada.También se empezó a poner mal de la pierna otra vez, de su trombosis. Yo creo que con tanta presión que tenía del trabajo y lo de la bebé, no le puse tanta atención. 

 

Después lo llevé al doctor. La primera vez que lo llevé no le hicieron prueba [de COVID-19]. Después lo llevé como por el 10 de junio porque seguía malo. Ahí el doctor me dijo que le iban a hacer la prueba. Para ese momento mi esposo ya se sentía más mal. Le dije que fuéramos al hospital, pero él no quería porque pensaba que ahí no lo iban a atender por la pandemia. 

 

En ese momento, en junio de 2020, yo no sabía casi nada de COVID. De hecho, hasta ahora siento que no sé mucho. Mi hijo me sugirió que mi esposo se quedara sólo en un cuarto en la casa y ahí lo aislamos una semana. Yo le daba las cosas por la ventana que da al patio.

Él falleció un 17 de junio. Fue miércoles. El viernes 12 decidimos quité la puerta que habíamos puesto para aislarlo. Me puse cubrebocas y guantes y me metí a verlo. Me decían que si ya tenía COVID, me pude haber contagiado, pero igual me hubiera contagiado de otra manera.Le revisé la pierna y la tenía dura desde la rodilla para abajo. Casi me desmayo ahí. Ya no me habló. Se me quedaba mirando nada más. Le dije que él ya tenía otra cosa, algo más grave. De ahí decidimos llevalro al hospital. 

 

Mi hijo empezó a hablar por teléfono para buscar a alguien que lo llevara [al hospital]. La ambulancia no lo quiso llevar porque si tenía COVID y no estaba equipada para trasladar ese tipo de pacientes. Mi hijo decidió que lo lleváramos en el taxi. Para ese momento, el doctor que le había hecho la prueba me dijo que había salido positivo. No me habían dado papel, pero me habían dicho. Igual nos fuimos al hospital. Me voy a arrepentir toda mi vida de haberlo llevado porque ya no me dejaron verlo.

El sábado en la mañana fue la última vez que lo vi y eso porque me metí [al hospital] a fuerza. Estaba desesperada. Nos daban informes cada que se les antojaba a los médicos. Él decía que lo llevara a la casa, pero no me dejaron sacarlo. Decía que ya no aguantaba su pierna, que ya no la sentía. El doctor me dijo que se la iban a amputar porque no tenía remedio. Yo le dije que hiciera lo que fuera necesario, pero que lo salvara. Y em eso el doctor se contagió de COVID.

 

En ese tiempo, yo no sabía nada de la famosa “saturación [de oxígeno en sangre]”. En ese tiempo yo sólo escuchaba que estaba la gente saturando 50, 40, 60… El Domingo, le pregunté a uno de los pocos enfermeros que te daba información, porque casi te cerraban la puerta en la cara los demás. Sí me ayudó y me dijo: “Señora, no se lo voy a negar. Su esposo está muy mal. ¿Sabe cuánto está saturando? De 30 a 40%”. Ahora sé que estaba muy mal, muy mal.

 

Todavía el lunes hablé con mi esposo por medio de radio… Le dije que no me iba a ir a ningún lado. Estaba vigilado el hospital. Estaban los de las fuerzas armadas. No nos dejaban acercarnos ni a la puerta. Dormíamos en la calle afuera del hospital. 

 

El martes, un doctor me dijo que mi esposo estaba muy grave. Me preguntó que por qué no le habían amputado la pierna. Me enojé. Le dije que cómo me estaba preguntando a mí eso [si]  yo ya había dado autorización. Todavía como a las 3 de la mañana me gritaron otra vez: “¡familiar de Marco Antonio Díaz!”. Me paré corriendo de la calle. Me pidieron pañales para adulto, agua, jugo…

 

El miércoles en la madrugada me volvieron a gritar. Era el mismo doctor. Se me quedó viendo seriamente. Sentí que algo frío me recorría el cuerpo. Me dijo que había fallecido. Yo siempre me voy a culpar de que lo llevé al hospital. Él me dijo que quería morirse en la casa y ya no pude llevármelo.

No me dejaron meterme ya que había fallecido. Les dije que si no me dejaban me iba a meter a la fuerza y el doctor me llevó a verlo a través de un vidrio. Querían que de ahí se fuera directo al panteón. La caja la sellaron totalmente. 

 

Del hospital no se fue directo al panteón. Pasó a mi casa unas dos horas, un ratito. pero ya la gente quería que se lo llevaran, porque nos íbamos a contagiar. Si ese día hubiera habido alguien que me ayudara a morirme, yo creo que me moría. Si no es por mi mamá, mi hermano y mis hijos, de esa no salgo.

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