El sismo estuvo muy fuerte. Desgraciadamente, nuestra casa se colapsó. La [fachada] se fue hacia adelante. Se quedó colgando.
Días antes [del terremoto], el 13 de septiembre, llevé [a mi esposo] al hospital. Él se empezó a poner mal días antes. Anteriormente, tuvo una operación de columna y le vino una trombosis y una infección. Lo tenían que operar de urgencia.
Salió bien de la operación. Yo me quedé con él [todo el tiempo]... Así estuvo [hasta el] 18. El 19, que estaba él ya un poco más recuperado, seguíamos en en el hospital. Pasó lo del temblor, lo del sismo.
Él me decía que me saliera. Me decía: “¡Vete! Déjame aquí”. Pero pues no. Yo le dije que me iba a quedar con él. Ahí me quedé. Pasó lo del sismo y empezaron a llegar heridos muy graves de diferentes lugares [al hospital]. Los estaban atendiendo afuera en el patio. Alguno de plano se fueron. ¿Pero a dónde se iban a ir? En Jojutla se había caído el hospital. En Cuernavaca, el Parres estaba fuera de servicio. No quedaba de otra más que ahí. Lo bueno es que llegó ayuda a los dos días]. Llegaron médicos, yo creo que del extranjero, porque llegaron en helicóptero. Los que ya tenían cama, como mi esposo, se quedaron ahí y me dejaron quedarme ahí.
En ese temblor nuestra casa se cayó. Mi hijo nos fue a ver [al hospital[. Le dijeron que el hospital se había caído, entonces él llegó como pudo. No había [transporte público]. Se fue la luz. Él venía con su cara triste y los ojos llorosos. Le pregunté que cómo estaban ellos y se me quedó viendo. Me salí del cuarto [con él] y me dijo: “Mami, es que la casa se… cayó”. No lo podía creer. También me dijo que la iglesia, que el Centro de Salud, que la primaria, la secundaria… todo se cayó.
Yo fui en la noche [a la casa] porque me iba a bañar. Cuando llegué, la sorpresa. Yo estaba impresionada y desesperada. Mi esposo estaba grave y nos habíamos quedado prácticamente sin nada.
Después de eso nos dejó vivir mi suegro en un cuarto [en su casa]. Empezaron a llegar despensas y ayuda a finales de mes, pero como yo [estaba en el hospital], casi no recibí nada.
Me dijo mi hijo que iban a venir los del gobierno a ayudarnos con lo de la casa. El ayuntamiento incluso me ayudó a tirar la [fachada]. Después fue lo del famoso FONDEN, lo de SEDATU. Me entrevistaron en persona por medio de una maquinita y tomaron fotos y todo. Me pidieron también datos aparte en papel [y[ me dijeron que sí me iba a llegar la ayuda. Ya después me dijeron que tenía que firmar a mi esposo, porque él era el dueño. Les dije que él estaba en el hospital. Ya después fueron hasta [el hospital] a que firmara [mi esposo] y nos dijeron que nos iba a llegar la tarjeta [de débito] con la ayuda. Se supone que eran 120,000 pesos: 90,000 para material y lo demás para mano de obra. Pero sólo llegaron los 15,000 pesos. Luego me dijeron que así habían registrado mi casa, como pérdida parcial.
Me recomendaron que fuera a las oficinas de FONDEN en Cuernavaca [a reclamar]. Fui y llevé mis papeles, fotos y evidencias. Me dijeron que ya estaba cerrado el programa y que ya no podían hacer nada por mí.
Le hice una carta al Presidente de la República de mi puño y letra. Le expliqué todo y le envié fotografías. Sí me contestó la carta, pero nunca me llegó ayuda. El gobernador también fue a mi pueblo. Le expliqué lo que había pasado y le entregué en sus manos una carta en la que le pedía que me ayudara. Le di hasta otra carta a Rigoberta Menchú, la del Premio Nobel, que iba con él. Igual nadie me dio respuesta.